domingo, 27 de febrero de 2022

 

Dios  ha confiado a la Virgen María la paz del mundo


     Con extraordinario dolor e impotencia somos testigos de que ha estallado una nueva guerra, en esta ocasión Rusia contra Ucrania. ¿Qué hacer ante ello?

     En esta grave situación el anhelo por la paz y el fin de la violencia surge de lo más profundo del corazón de tantas personas de todo el mundo que comparten este dolor; pero muchos se preguntan, como el salmista: «¿Dé donde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1). El mismo salmista responde: «el auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 121,2), ya que «para Dios no hay nada imposible» (Lc 1,37. Cf. Gn 18,14; Jr 32,17.27; Za 8,6). La paz es algo que no podemos conseguir solo con esfuerzos humanos, aunque éstos son imprescindibles, sino que además depende de Dios porque la paz es un don de Él, y la oración es el camino para que nos la conceda.

      En la jornada de oración por la paz realizada en Asís el 27 de octubre de 1986, san Juan Pablo II dijo: "La fe nos enseña que la paz es un don de Dios en Jesucristo, un don que habrá de expresarse en la plegaria hacia Aquel que tiene en sus manos los destinos de los pueblos". La oración es la única arma de la Iglesia para lograr la paz.

    La paz es un don de Dios Padre que hace a la humanidad. Nos dirá el libro de Judit: «El Señor es un Dios que pone fin a las guerras» (Jdt 16, 2). El Padre eterno nos quiere conceder la paz por medio de Jesucristo, su Hijo, el «Príncipe de la paz» (Is 9, 6).

     Jesús nos quiere dar la paz por medio de su Madre, medianera de todos sus dones, por ello el Espíritu Santo ha movido el corazón de los fieles a invocar a la Virgen María como Reina de la paz. Ella en las apariciones de Fátima nos enseña cómo podemos ayudarla a obtener de Dios el don de la paz.

    En plena I Guerra Mundial, la Virgen en Fátima, en cada una de sus apariciones insistió a Jacinta, Francisco y Lucía que rezaran el rosario todos los días para obtener la paz del mundo. Incluso les catequizó sobre la forma como podían rezarlo mejor, veamos su insistencia:  1ª aparición: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”; 2ª aparición: “que recéis el rosario todos los días”; 3ª aparición: “Quiero que  (...) continuéis rezando el rosario todos los días en honra a Nuestra Señora del Rosario, con el fin de obtener la paz del mundo y el final de la guerra porque sólo Ella puede conseguirlo”; 4ª aparición: “Deseo que sigáis rezando el rosario todos los días”; 5ª aparición: “Continuad rezando el rosario para alcanzar el fin de la guerra”; sexta y última aparición: “que continúen  rezando el rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas”[1].

     De la insistencia de la Virgen en que los pastorcillos rezaran el rosario para alcanzar la paz del mundo y que al sexto mes la guerra estuviera acabándose, se puede deducir que el rezo del rosario alcanza de Dios el don de la paz y ésta se hace pronto realidad entre los hombres. Poco antes de morir la beata Jacinta, dirá a su prima Lucía: «Que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confío a Ella»[2].

      San Juan Pablo II cita al Cardenal August Hlond, que al morir dijo: “«la victoria si llega llegará por medio de María». Mientras entraba en los problemas de la Iglesia universal, al ser elegido Papa, llevaba en mí una convicción semejante: que también en esta dimensión universal, la victoria, si llega, será alcanzada por María. Cristo vencerá por medio de Ella, porque El quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el mundo futuro estén unidas a Ella”[3].

      San Juan Pablo II, el día de la Virgen María de Fátima, el 13 de mayo de 1981, sufre un atentado que le puedo costar la vida, él atribuye seguir con vida gracias a la protección de María. Al año siguiente peregrinó a Fátima para agradecer a la Virgen su protección, hizo allí la consagración del mundo al Inmaculado Corazón. Pero la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María en unión con todos los Obispos del mundo, como había pedido la Virgen en Tui, tuvo lugar durante el Año Santo de la Redención, el día de la Anunciación de 1984, cuando  Juan  Pablo II en la Plaza de san Pedro del Vaticano, ante la imagen de la Virgen María trasladada allí desde el santuario de Fátima para este solemne acto, consagró a toda la Humanidad al Corazón Inmaculado de María, haciendo referencia especial a las naciones que tenían más necesidad  de esta consagración.

   Luego san Juan Pablo II, convocó un año mariano 1987-1988. Él, quiso que se iniciara este año mariano con el rezo del santo Rosario a escala mundial. Él mismo dirigía el rezo desde la basílica de Santa María la Mayor, acto conectado por medios audiovisuales con 16 santuarios marianos del mundo entero, entre ellos la basílica del Pilar. Rezo retransmitido por cuarenta canales de televisión del mundo entero, con un público potencial de mil millones de personas. Fueron no pocas las personas de todo el mundo que se unieron al rezo de este rosario.

    En la homilía de clausura del Año Mariano, el 15-8-1988: “Todo este año, que está a punto de terminar, ha sido un tiempo, de los «ojos levantados» hacia Ti, Madre de Dios, Virgen constantemente presente en el misterio de Cristo y de la Iglesia. El Año Mariano termina hoy. Pero no termina el tiempo de los «ojos dirigidos» a María”[4].

     A los pocos meses de finalizar el año mariano tuvo lugar la caída del bloque soviético en 1989 y luego la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a consecuencia de diversos factores sociales, políticos y económicos. Aquel bloque soviético que había dejado un reguero de sangre de más de cien millones de personas, de los cuales unos 200.000 eran religiosos.

    El mismo Papa San Juan Pablo señaló: "¿Y qué diremos de los tres niños de Fátima que, de repente, en la víspera del estallido de la Revolución de Octubre escucharon: ‘Rusia se convertirá’ y ‘Al final, mi [Inmaculado] Corazón triunfará"? Ellos no pudieron inventar tales predicciones porque no sabían lo suficiente acerca de historia o geografía, y mucho menos de los movimientos sociales y la evolución ideológica y, sin embargo, sucedió tal como lo habían dicho"[5].

     La disolución del bloque comunista de la Europa del Este, poniendo como fecha significativa la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, se realizó con una rapidez extraordinaria y de forma mayoritariamente pacífica; es un fenómeno histórico cuyas causas son difíciles de explicar. No faltarán historiadores que ofrezcan razones plausibles, pero sigue siendo clarificadora la clave interpretativa de Juan Pablo II desde una visión de fe, que expuso en la Tertio millenio adveniente :

 

Es difícil no advertir cómo el Año Mariano precedió de cerca a los acontecimientos de 1989. Son sucesos que sorprenden por su envergadura y especialmente por su rápido desarrollo. Los años ochenta se habían sucedido arrastrando un peligro creciente, en la estela de la «guerra fría»; el año 1989 trajo consigo una solución pacífica que ha tenido casi la forma de un desarrollo «orgánico». […] Además se podía percibir cómo, en la trama de lo sucedido, operaba con premura materna la mano invisible de la Providencia: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho...?» (Is 49, 15)” (n. 27).

     Estos testimonios históricos nos pueden animar a renovar la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y a rezar el santo Rosario para que Dios por medio de María nos conceda la paz.

     Siendo conscientes de la gravedad del momento actual, la invasión de Ucrania por las tropas rusas, puede ser el inicio de una III Guerra Mundial, que se inicia en el corazón de Europa como sucedió en las dos guerras mundiales anteriores, dejando un reguero de destrucción de muerte. Además, existen amenazas del uso de armas nucleares, que provocarían “una autodestrucción incalculable”

    Por ello no dejemos de rezar cada día el santo Rosario, uniéndonos a las súplicas de la Virgen María ante su Hijo para que la paz reine en el mundo. Renovemos la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María. De modo que «la poderosa Señora de las cosas y de los tiempos, la que sabe aplacar las violencias con su pie virginal, vuelva a estos hijos inocentes y atormentados esos ojos de misericordia»[6].

Reina de la paz, ruega por nosotros. Amén.


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Notas

[1] Habla Lucía, El mensaje de Fátima, Ed. Sol de Fátima, Madrid 151989, 9-22.

[2] Ibid. 27.

[3] Juan Pablo II, Cruzando el Umbral de la Esperanza, 236.

[4] Juan Pablo II, “Homilía durante la misa de clausura del Año Mariano en la basílica de San Pedro”, (15-8-88), Ecclesia, 2.388 (10-IX-1988) 1306-1307.

[5] Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, 131.

[6] Pío XII, Carta Encíclica Ad Caeli Reginam, Ecclesia 696 (13-IX-1954) 538-541, n. 4.