A pesar de que a la sociedad moderna y contemporánea les parece
extraño que existan los monjes y las monjas que dedican gran parte de su vida a
la alabanza a Dios y a interceder en bien de todos los hombres, la Iglesia , sobre todo a
través de los Papas y por medio sobre todo de los documentos del Concilio
Vaticano II, muestra inequívocamente la gran valoración que tiene por este modo
de vida religiosa.
Dirá el Vaticano II en la Perfectae
caritatis: “Los Institutos destinados
por entero a la contemplación, o sea, aquellos cuyos miembros se dedican
solamente a Dios en la soledad y silencio, en la oración asidua y generosa
penitencia, ocupan siempre, aun cuando apremien las necesidades de un apostolado
activo, un lugar eminente en el Cuerpo Místico de Cristo, en el que no todos
los miembros tienen la misma función. En efecto, ofrecen a Dios un eximio
sacrificio de alabanza, ilustran al Pueblo de Dios con frutos ubérrimos de
santidad y le edifican con su ejemplo e incluso contribuyen a su desarrollo con
una misteriosa fecundidad. Así son honor de la Iglesia y hontanar de
gracias celestiales” (n.7).
En multitud de ocasiones los Papas
cuando se han dirigido a las diferentes familias contemplativas, se han referido
a la fecundidad apostólica inherente a la vida contemplativa, estos son
solamente unos ejemplos:
Dirigiéndose a los
cartujanos Pío XI dirá: “Contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la Salvación del género
humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que
los que cultivan y trabajan en el campo del Señor; porque si aquellos no
hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha de ser
regado, entonces ciertamente cosecharían frutos más escasos en su labor los
operarios evangélicos” (Umbratilem, 8.7.1924).
Pío XII también hará
suyas las palabras de sus predecesores: “Vosotras (las contemplativas) sabed
muy bien que con nada se tiene a Dios más propicio ni se ayuda más al prójimo
que con el sacrificio continuo de alabanzas y el ejemplo de una vida inmaculada”
(cta. 4.11.1941).
A los carmelitas Pío XII les
dirá: “Cultivad la vida interior y, conforme al espíritu de vuestra Regla,
practicad con celo las obras de mortificación y penitencia; rogáis por la
propagación de la fe, por el aumento de la Iglesia , por los jefes de Estado, por los
prisioneros, por los difuntos, por la conversión de los pecadores, por la paz
del mundo. Sed, para todos los fieles, un ejemplo y un estímulo” (8.VIII.1950).
En Sponsa Christi, Pío XII dirá a las
monjas: “Que entiendan bien todas las monjas que su vocación es plena y
enteramente apostólica; no circunscrita a límite alguno de tiempo, lugar o
cosa; sino que se extiende siempre y en todas partes a todo lo que implica el
honor de su Esposo y al bien de las almas” (n.38; 21.11.1950).
Juan XXIII dirá a los
carmelitas: “El verdadero apostolado consiste en la participación en la obra de
la salvación de Cristo, cosa que no puede realizarse sin un intenso espíritu de
oración y sacrificio. El Salvador redimió al mundo, esclavo del pecado,
especialmente con su oración al Padre y sacrificándose a sí mismo” (Osservatore
Romano, 24.8.1962).
Pablo VI, dirá a las benedictinas poco después de haber finalizado el
Concilio: “Debéis alimentar esta vida religiosa de la teología sobre la Iglesia , que el Concilio
ha ilustrado tanto, debéis conocer algo de su ansia apostólica y misionera, de
su sufrimiento siempre grande y dramático en muchas regiones del mundo, su
aspiración insomne y amorosa al Reino de Dios, y debéis traducir en oración y
penitencia sus grandes problemas. Así vuestro lugar en su corazón está
asegurado; vuestra misión os hará preciosas y predilectas al su corazón”
(28.10.1966).
A los carmelitas descalzos, Pablo VI les dirá: “La Iglesia tiene necesidad de
quien ora; necesidad de quien escala la cima de la montaña para inundarse de la
luz de la Palabra
de Dios e inundar al mismo tiempo de luz y de gracia todo el cuerpo de la Iglesia ” (27.2.1966).
Pablo VI escribiendo al
abad de Poblet le dirá: “... hacen de la oración su medio de apostolado, y con
su presencia silenciosa y pasiva ayudan de una manera muy positiva en la
construcción de un mundo cada vez más cristiano y más de Dios”.
A los Trapenses Pablo
VI les recordará: “La Iglesia
tiene necesidad de almas de poderosa vida interior dedicadas exclusivamente a
recogerse en Dios, a abrazar en el amor de las cosas de lo alto. Si llegaran a
faltar estas almas, si su vida desfalleciera y se secara, conllevaría el
empobrecimiento de las energías de todo el Cuerpo Místico” (8.12.1968). Incluso
Pablo VI llegará a decir: “En el corazón de los contemplativos se decide la
suerte de la Iglesia ".
Juan Pablo II no dejará de recordar en multitud de ocasiones la
importancia de la vida contemplativa para la fecundidad apostólica de la Iglesia , ya que, de hecho
una Iglesia con déficit contemplativo, será siempre una Iglesia con déficit de
apóstoles. Juan Pablo II hacía al año 1980 hace esta constatación: “no es
significativo advertir, mirando la historia de la Iglesia , como precisamente
en los siglos en los que las necesidades de la Evangelización han
sido más grandes, la vida contemplativa ha conocido un florecimiento y una
expansión prodigiosa? No se puede ver en eso una indicación del Espíritu que
nos recuerda a nosotros, frecuentemente tentados por las sugestiones de la
eficiencia, ¿la supremacía de los medios sobrenaturales sobre los puramente
humanos?” (Dimensión contemplativa de la vida religiosa: SCRIS 7.3.1980).
En el discurso a las religiosas de clausura de Nairobi, Juan Pablo II
les dirá: “La Iglesia
está firmemente convencida, y lo proclama con fuerza y sin dudar, de qué hay
una relación íntima entre la oración y la difusión del Reino de Dios, entre
oración y conversión de los corazones” (Osservatore Romano, 7.5.80,
278).
A las Redentoristas de Foggia,
Juan Pablo II les dirá: “Cuántas cosas dependen de vosotras que estáis
ocultas….! También los que atacan al Papa…. Lo hacen porque piensan que el Papa es muy fuerte, y creen que es el enemigo
número uno...; pero el enemigo numero uno sois vosotras. ¡No lo saben! Gracias
a Dios que no lo saben! Pero lo sabemos
nosotros. Por lo tanto debéis constituir siempre este corazón fuerte y sano que
da vida a todo el organismo de la
Iglesia local, y de la Iglesia universal, porque la Iglesia es en todas partes
la misma (24.5.1987).
A las contemplativas de Chile, las exhortará diciendo: “Sí, vosotras
sois el corazón palpitante de la
Iglesia , desde vuestra vida austera y exigente del claustro,
vosotras sois verdaderas cooperadoras de la misión salvífica de Cristo escogida
expresión de amor” (3-IV-1983).
A las claustrales de Uruguay, les dice: “Vivid con alegría profunda de
saber que, a través de vuestra vida exigente y austera, sois también
evangelizadoras con una misteriosa fecundidad apostólica. Gracias por vuestra
oración y por vuestra donación generosa desde el silencio del claustro”
(31.3.1987).
Dirá a las contemplativas de México: “Sí, vuestra vida tiene más
importancia que nunca, vuestra consagración total es de plena actualidad en un mundo que va perdiendo el
sentido del divino (...) sed testigos del Señor para el mundo de hoy: infundid
con vuestra oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre
actual”.
En un mensaje dirigido por Juan Pablo II a todas las Contemplativas de
América Latina les dirá: “Sin la oración nuestro esfuerzo sería vano y nuestra
esperanza de una nueva evangelización, que sea eficaz, podría quedar sin
fundamento. Esta es la razón por la que recurro a vosotras, queridas Religiosas
Contemplativas de América Latina, porque sé que
estáis abiertas y atentas a todas las necesidades de la Iglesia (...) sentid cada
vez más vivamente vuestra responsabilidad en la edificación de la Iglesia. Con vuestra
plegaria y vuestros sacrificios llegáis al corazón de cada diócesis y de cada
comunidad eclesial del continente, para que sobre ellas se derramen las bendiciones
del Señor. Esto será de gran consuelo para la acción pastoral de los Obispos y
Sacerdotes; alentará el apostolado de los Religiosos y Religiosas de vida
activa; favorecerá la práctica religiosa y el compromiso evangélico de todos
los fieles laicos” (12 de diciembre de 1989).
El Magisterio de la
Iglesia es constante al exponer la importancia de la vida
contemplativa por la fecundidad de lo obra evangelizadora de la Iglesia, así lo
refleja la Vita
Consecrata :
“Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados
por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de
gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo
orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y
anticipan la gloria futura (…) Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular
testimonio del amor de la
Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa
fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios” (n.8).
Es tan importante la vida contemplativa en la edificación de la Iglesia que en el decreto Ad
Gentes, dice: “La vida contemplativa pertenece a la plenitud de presencia de la Iglesia. Por ello es
necesario establecerla en todas las Iglesias nuevas” (n.18).
Incluso Pablo VI en el discurso de clausura de la 2ª sesión del
Concilio dirá: “La Iglesia
es una comunidad orante, un pueblo floreciente de espiritualidad y de
interioridad promovidas por la fe y por la gracia”. Más tarde en la Alocución General
de julio de 1966 dirá: “La Iglesia es una sociedad de hombres que oran. Su fin
primordial es enseñar a rogar....; es una escuela de oración...; hace de la
oración el gran medio para la salvación y al mismo tiempo la proclama fin supremo... orar es amar:
¿Habrá alguna vez un cristianismo privado de una sufrida vida de oración”.