viernes, 19 de junio de 2020

El Magisterio de la Iglesia y los contemplativos





A pesar de que a la sociedad moderna y contemporánea les parece extraño que existan los monjes y las monjas que dedican gran parte de su vida a la alabanza a Dios y a interceder en bien de todos los hombres, la Iglesia, sobre todo a través de los Papas y por medio sobre todo de los documentos del Concilio Vaticano II, muestra inequívocamente la gran valoración que tiene por este modo de vida religiosa.
          Dirá el Vaticano II en la Perfectae caritatis: “Los Institutos destinados por entero a la contemplación, o sea, aquellos cuyos miembros se dedican solamente a Dios en la soledad y silencio, en la oración asidua y generosa penitencia, ocupan siempre, aun cuando apremien las necesidades de un aposto­lado activo, un lugar eminente en el Cuerpo Místico de Cristo, en el que no todos los miembros tienen la misma función. En efecto, ofrecen a Dios un eximio sacrificio de alabanza, ilustran al Pueblo de Dios con frutos ubérrimos de santidad y le edifican con su ejemplo e incluso contribuyen a su desarrollo con una miste­riosa fecundidad. Así son honor de la Iglesia y hontanar de gracias celestiales” (n.7).
          En multitud de ocasiones los Papas cuando se han dirigido a las diferentes familias contemplativas, se han referido a la fecundidad apostólica inherente a la vida contemplativa, estos son solamente unos ejemplos:
          Dirigiéndose a los cartujanos Pío XI dirá: “Contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la Salvación del género humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que los que cultivan y trabajan en el campo del Señor; porque si aquellos no hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha de ser regado, entonces ciertamente cosecharían frutos más escasos en su labor los operarios evangélicos” (Umbratilem, 8.7.1924).
          Pío XII también hará suyas las palabras de sus predecesores: “Vosotras (las contemplativas) sabed muy bien que con nada se tiene a Dios más propicio ni se ayuda más al prójimo que con el sacrificio continuo de alabanzas y el ejemplo de una vida inmaculada” (cta. 4.11.1941).
A los carmelitas Pío XII les dirá: “Cultivad la vida interior y, conforme al espíritu de vuestra Regla, practicad con celo las obras de mortificación y penitencia; rogáis por la propagación de la fe, por el aumento de la Iglesia, por los jefes de Estado, por los prisioneros, por los difuntos, por la conversión de los pecadores, por la paz del mundo. Sed, para todos los fieles, un ejemplo y un estímulo” (8.VIII.1950).
           En Sponsa Christi, Pío XII dirá a las monjas: “Que entiendan bien todas las monjas que su vocación es plena y enteramente apostólica; no circunscrita a límite alguno de tiempo, lugar o cosa; sino que se extiende siempre y en todas partes a todo lo que implica el honor de su Esposo y al bien de las almas” (n.38; 21.11.1950).
Juan XXIII dirá a los carmelitas: “El verdadero apostolado consiste en la participación en la obra de la salvación de Cristo, cosa que no puede realizarse sin un intenso espíritu de oración y sacrificio. El Salvador redimió al mundo, esclavo del pecado, especialmente con su oración al Padre y sacrificándose a sí mismo” (Osservatore Romano, 24.8.1962).
Pablo VI, dirá a las benedictinas poco después de haber finalizado el Concilio: “Debéis alimentar esta vida religiosa de la teología sobre la Iglesia, que el Concilio ha ilustrado tanto, debéis conocer algo de su ansia apostólica y misionera, de su sufrimiento siempre grande y dramático en muchas regiones del mundo, su aspiración insomne y amorosa al Reino de Dios, y debéis traducir en oración y penitencia sus grandes problemas. Así vuestro lugar en su corazón está asegurado; vuestra misión os hará preciosas y predilectas al su corazón” (28.10.1966).
A los carmelitas descalzos, Pablo VI les dirá: “La Iglesia tiene necesidad de quien ora; necesidad de quien escala la cima de la montaña para inundarse de la luz de la Palabra de Dios e inundar al mismo tiempo de luz y de gracia todo el cuerpo de la Iglesia” (27.2.1966).
          Pablo VI escribiendo al abad de Poblet le dirá: “... hacen de la oración su medio de apostolado, y con su presencia silenciosa y pasiva ayudan de una manera muy positiva en la construcción de un mundo cada vez más cristiano y más de Dios”. 
          A los Trapenses Pablo VI les recordará: “La Iglesia tiene necesidad de almas de poderosa vida interior dedicadas exclusivamente a recogerse en Dios, a abrazar en el amor de las cosas de lo alto. Si llegaran a faltar estas almas, si su vida desfalleciera y se secara, conllevaría el empobrecimiento de las energías de todo el Cuerpo Místico” (8.12.1968). Incluso Pablo VI llegará a decir: “En el corazón de los contemplativos se decide la suerte de la Iglesia".
Juan Pablo II no dejará de recordar en multitud de ocasiones la importancia de la vida contemplativa para la fecundidad apostólica de la Iglesia, ya que, de hecho una Iglesia con déficit contemplativo, será siempre una Iglesia con déficit de apóstoles. Juan Pablo II hacía al año 1980 hace esta constatación: “no es significativo advertir, mirando la historia de la Iglesia, como precisamente en los siglos en los que las necesidades de la Evangelización han sido más grandes, la vida contemplativa ha conocido un florecimiento y una expansión prodigiosa? No se puede ver en eso una indicación del Espíritu que nos recuerda a nosotros, frecuentemente tentados por las sugestiones de la eficiencia, ¿la supremacía de los medios sobrenaturales sobre los puramente humanos?” (Dimensión contemplativa de la vida religiosa: SCRIS 7.3.1980).
En el discurso a las religiosas de clausura de Nairobi, Juan Pablo II les dirá: “La Iglesia está firmemente convencida, y lo proclama con fuerza y sin dudar, de qué hay una relación íntima entre la oración y la difusión del Reino de Dios, entre oración y conversión de los corazones” (Osservatore Romano, 7.5.80, 278).
 A las Redentoristas de Foggia, Juan Pablo II les dirá: “Cuántas cosas dependen de vosotras que estáis ocultas….! También los que atacan al Papa…. Lo hacen porque piensan que el  Papa es muy fuerte, y creen que es el enemigo número uno...; pero el enemigo numero uno sois vosotras. ¡No lo saben! Gracias a Dios que no lo  saben! Pero lo sabemos nosotros. Por lo tanto debéis constituir siempre este corazón fuerte y sano que da vida a todo el organismo de la Iglesia local, y de la Iglesia universal, porque la Iglesia es en todas partes la misma (24.5.1987). 
A las contemplativas de Chile, las exhortará diciendo: “Sí, vosotras sois el corazón palpitante de la Iglesia, desde vuestra vida austera y exigente del claustro, vosotras sois verdaderas cooperadoras de la misión salvífica de Cristo escogida expresión de amor”  (3-IV-1983). 
A las claustrales de Uruguay, les dice: “Vivid con alegría profunda de saber que, a través de vuestra vida exigente y austera, sois también evangelizadoras con una misteriosa fecundidad apostólica. Gracias por vuestra oración y por vuestra donación generosa desde el silencio del claustro” (31.3.1987).
Dirá a las contemplativas de México: “Sí, vuestra vida tiene más importancia que nunca, vuestra consagración total es de plena  actualidad en un mundo que va perdiendo el sentido del divino (...) sed testigos del Señor para el mundo de hoy: infundid con vuestra oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual”.
En un mensaje dirigido por Juan Pablo II a todas las Contemplativas de América Latina les dirá: “Sin la oración nuestro esfuerzo sería vano y nuestra esperanza de una nueva evangelización, que sea eficaz, podría quedar sin fundamento. Esta es la razón por la que recurro a vosotras, queridas Religiosas Contemplativas de América Latina, porque sé que  estáis abiertas y atentas a todas las necesidades de la Iglesia (...) sentid cada vez más vivamente vuestra responsabilidad en la edificación de la Iglesia. Con vuestra plegaria y vuestros sacrificios llegáis al corazón de cada diócesis y de cada comunidad eclesial del continente, para que sobre ellas se derramen las bendiciones del Señor. Esto será de gran consuelo para la acción pastoral de los Obispos y Sacerdotes; alentará el apostolado de los Religiosos y Religiosas de vida activa; favorecerá la práctica religiosa y el compromiso evangélico de todos los fieles laicos” (12 de diciembre de 1989).
El Magisterio de la Iglesia es constante al exponer la importancia de la vida contemplativa por la fecundidad de lo obra evangelizadora de la Iglesia, así lo refleja la Vita Consecrata:  
“Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura (…) Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios” (n.8).
Es tan importante la vida contemplativa en la edificación de la Iglesia que en el decreto Ad Gentes, dice: “La vida contemplativa pertenece a la plenitud de presencia de la Iglesia. Por ello es necesario establecerla en todas las Iglesias nuevas” (n.18).
Incluso Pablo VI en el discurso de clausura de la 2ª sesión del Concilio dirá: “La Iglesia es una comunidad orante, un pueblo floreciente de espiritualidad y de interioridad promovidas por la fe y por la gracia”. Más tarde en la Alocución General de julio de 1966 dirá: “La Iglesia es una sociedad de hombres que oran. Su fin primordial es enseñar a rogar....; es una escuela de oración...; hace de la oración el gran medio para la salvación y al mismo tiempo la proclama  fin supremo... orar es amar: ¿Habrá alguna vez un cristianismo privado de una sufrida vida de oración”.