No sólo los Papas han estado convencidos de la importancia de la vida
contemplativa para llevar a cabo lo obra evangelizadora de la Iglesia , sino que los
grandes contemplativos con sus palabras y testimonio nos ayudan a descubrirlo con luces nuevas.
Santa Teresa de Jesús,
a Camino de perfección, escribe: “(El Señor) comienza a tratar de tanta amistad
(con la persona orante) (…) y cumplir El lo que ella le pide, como ella hace lo
que El la manda y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no
deja de querer” (C 32,12). Este texto de Camino de perfección es una resonancia
del Evangelio de san Lucas: “Dichosos los siervos, que el Señor al venir
encuentre despiertos; yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa
y, yendo de uno a otro, les servirá” (Lc 12,37).
Este mismo pensamiento está en los escritos de Edith Stein: "Dios
puede, por amor a una alma que ha atraído a si, atraer a otra alma. (...) Es
uno de los hechos maravillosos de la vida espiritual que la libertad divina
casi se somete a la voluntad de sus elegidos escuchándolos. El por qué supera
todo entendimiento"[1].
San
Juan de la Cruz
en Cántico Espiritual corrobora este poder del alma orante ante Dios: “Grande es el poder y la porfía del amor,
pues al mismo Dios prenda y liga. ¡Dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios
por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere! Porque tiene tal
condición, que si le llevan por amor y por bien, le harán hacer cuanto
quisieren; y si de otra manera, no hay que hablarle ni poder con él aunque
hagan extremos; pero, por amor, en un cabello le ligan” (can 32, 1). En el libro de Subida del Monte Carmelo dirá:
“porque Dios es de manera que, si le llevan por bien y a su condición, harán de
él cuanto quisieren; mas si va sobre interés, no hay hablarle” (3 S, 44,3).
El beato Francisco Palau, también estaba hondamente persuadido del
poder intercesor del orante. Por eso puso en boca de María estas palabras:
"Hija mía, se alma de oración. ¡Si conocieras el poder y señorío de un
alma de oración! A ella me rindo yo con ser la reina del universo, a ella se
rinde mi Hijo, a ella se rinde el Padre, a ella se rinde el Omnipotente, a ella
obedecen los ángeles, ante ella se estremecen y huyen despavoridos los
demonios. Ella, en fin, manda en el cielo, en la tierra y en el abismo” (LAD
4,30). Escribió también: “El infierno sabe por experiencia que estas almas, con
su oración trastornan el estado de las naciones. (...) Sabe que los negocios
del mundo se disponen, no según las miras de los políticos, sino, según estas
almas lo arreglan con Dios a la oración" (LAD In., 30).
Teresa del Niño Jesús
en sus escritos autobiográficos ayudará a toda la Iglesia a descubrir la importancia
que el alma contemplativa tiene en el seno de la comunidad eclesial: "La
caridad me dio la clave de mi vocación.
Comprendí que si la
Iglesia tenía un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no
le faltaría el más necesario, el más noble de todos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón y
que este corazón estaba Ardiendo de
AMOR. Comprendí que sólo el amor era el
que ponía en movimiento a los miembros de la Iglesia ; que si el amor llegara apagarse, los
apóstoles no anunciarían ya el Evangelio, los mártires se negarían a derramar
su sangre... Comprendí que el AMOR
encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amaor abarcaba
todos los tiempos y todos los lugares... en una palabra, ¡que el AMOR es
eterno!... (...) Sí, he hallado
mi puesto en la Iglesia
, y ese puesto, ¡Oh, Dios mío!, vos mismo me lo habéis dado....: en el corazón
de la Iglesia
mi Madre, yo seré el amor!... ¡¡¡Así lo
seré todo...., así mi sueño se verá realizado!!! (Ms B, 3v).
En
el último folio de su Autobiografía Santa Teresa de Lisieux escribe: "¿No
fue, acaso, de la oración de donde san Pablo, san Agustín, san Juan de la
cruz, santo Tomás de Aquino, Francisco,
santo Domingo y tantos otros ilustres amigos de Dios sacaron esa ciencia divina
que arrebata a los mayores genios? Un sabio dijo: «Dadme
una palanca, un punto de apoyo, y alzaré el mundo»
(...) El Todopoderoso les dio un punto de apoyo: ¡el mismo! ¡el solo! Y una palanca: la oración, que quema
con fuego de amor, y así levantaron el mundo. Y así lo siguen levantando los
santos que aún militan en la tierra, y así lo levantarán, hasta el fin del
mundo, los santos que vengan” (Ms C,36r-v).
Edith Stein, la gran
orante del siglo XX en el artículo: “La oración de la Iglesia ” escribía: “La
obra de la salvación se realiza en la soledad y el silencio. En el diálogo
silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas de las que está
construido el reino de Dios y se modelan los instrumentos selectos que ayudan
en la construcción. (...) ¿Qué podría ser la oración de la Iglesia , sino la entrega
de los grandes amantes a Dios, que es el Amor mismo? La entrega de amor
incondicional a Dios y la respuesta divina –la unión total y eterna- son la
exaltación más grande que puede alcanzar un corazón humano, el estadio más alto
de la vida de oración. Las almas que lo han alcanzado constituyen
verdaderamente el corazón de la
Iglesia , en cada una de ellas vive el amor sacerdotal de
Jesús. Escondidas con Cristo en Dios no pueden sino transmitir a otros
corazones el amor divino con el cual han sido colmadas, y de esa manera
cooperan en el perfeccionamiento de todos y en el camino hacia la unión con
Dios que fue y sigue siendo el gran deseo de Jesús”[2].
Siglas
C. Camino de perfección, santa Teresa de Jesús
CE. Cántico Espiritual, san Juan de la Cruz
LAD, Lucha del alma con Dios, beato Francisco Palau
Ms. Manuscritos, santa Teresa del Niño Jesús
[1]
Citado por Claire Marie Stubbemann, “La oración de Edith Stein” , Revista Monte
Carmelo, Burgos 107/2-3 (1999) 389-402.
[2] Edith Stein, o.c., 81-82.